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No se puede expresar con aplausos ni palabras ni mucho menos con abrazos. El sentimiento de gratitud hacia los médicos, enfermeros y personal sanitario, por parte de las familias de los más de 22.600 pacientes sanados del coronavirus, tampoco se puede remunerar con dinero ni votos, aunque sí con mayores y mejores recursos. Ya habrá ocasión para poner en valor tanta generosidad cuando se hagan cuentas de lo vivido y sufrido durante estas semanas. Y las que quedan... Pero ahora las urgencias son otras. Mientras el monstruo de la pandemia comienza lentamente a bajar la cerviz en España, la población confinada cumple con su parte del trato. Esa aportación es imprescindible para corresponder al espíritu de servicio, coraje y solidaridad de los profesionales de la sanidad. Ante semejante magnitud de humanidad, hasta el homenaje colectivo de las ocho de la tarde se queda escaso, muy escaso.